XXVII-Antonino Alcornoque- EL HOMBRE QUE…»continuación novela XXVII-(reeditado)

-El cazador-

                                                                            105

                                                              CAPITULO XI

                                                          -Vientos de libertad-

                      Nuestro protagonista  se adapta rápidamente a su nuevo puesto y a este extraordinario  pueblo, desde hace dos años que llegó y ya tiene muy buenos amigos, sobre todo matrimonios jóvenes con hijos  y con edades cercanas a los suyos, por lo que forman como una gran familia y  disfrutan de reuniones, salidas al campo y toda clase de eventos, hace algo más de un año que Juan Carlos I reina en España  y ha comenzado una recién estrenada democracia que promete ser fecunda y alentadora para los españoles; por desgracia y bastantes años después (más de 40 ) , seguimos dando palos de ciego y sin hacer llegar sus frutos  (por parte de los responsables políticos), al pueblo llano… pero bueno dejemos estos pensamientos algo negativos y continuemos con la vida de nuestro protagonista  y en esta ocasión , relatando por palabras de Antonino su debut como gran cazador , en un relato en el que nos muestra su primera experiencia con una fiera de verdad (caza mayor).

—La “china” del Cortijo Los Rayones

                               <«Por mi condición de apoderado del banco Hispano en la sucursal de Huéscar, yo conocía a muchos clientes, de los que gran cantidad de ellos eran cortijeros y habitantes de los entornos serranos; unos de las zonas ribereñas del Castril y el Guardal y otros instalados en zonas boscosas y serranas en la Sagra y la sierra de Castril. La cuestión es que dada mi afición o locura, tanto a la pesca como a la caza, y al encontrarme en este paraíso, para poder desarrollar estas dos actividades, amén de que por aquellos años (sobre los 7o del pasado siglo) estos lugares, se encontraban aún en estado semisalvajes (vírgenes); se convirtieron en mi hábitat habitual, por lo que yo buscaba cualquier pretexto “comercial” y ejercía mis funciones bancarias, buscando negocio, principalmente en las ventas de ganado “segureño” muy afamado ya desde entonces; por supuesto en los cortijos, si bien en mi «agenda secreta», añadía y  escaneaba dichos lugares para futuros lances de pesca o caza. 

-Detalle de una de las Jornadas de la afamada -Oveja Segureña- de Huéscar.

                    Ocurrió, que un día recibí la visita de Alberto que habitaba en el cortijo de los Rayones, sito en la parte occidental de la Sagra y cercano al cortijo de La Losa, por cierto y dicho sea de paso, en esta zona existían dos maravillas naturales; las trufas y las “Mariantonias”. De las primeras no diré nada, si bien de las segundas he de manifestar que con este sugerente nombre son conocidas las Secuoyas Gigantes existentes en este cortijo. Tras de atender su gestión bancaria, escuche las mágicas palabras; “señor Antonino, cuando quiera puede acercarse por el cortijo y si tiene suerte cazar alguna perdicilla o alguna liebre” y añadió lo que me puso más contento aún si cabe:” dicen que han visto cerca a los “jabalises”. Me faltó tiempo para aceptar su gentil invitación y ese mismo domingo, me presenté en su casa acompañado de mi fiel “Rique”, un podenco de mediana estatura, pelo sedeño, de una variedad que llaman “campaneros” al ser procedentes de esta localidad sevillano/cordobesa.

-Ritter- la leyenda de un campanero sedeño- mi perro, acompañada de «Leza», una podenca ibicenca de pura raza (su madre fué vendida por un kilo de las antiguas pesetas-

                    Al poco rato estaba caminando monte arriba en la falda de la misma Sagra, a la búsqueda de caza menor, si bien con la advertencia de Alberto de que estuviera atento, pues ya comenzaban a verse por el lugar los “chinos”, que es como los naturales del terreno llaman aquí al “guarro” o jabalí. Aquella noche había caído un poco de agua, y dada la altitud en aquel lugar había dejado un manto blanco, aunque de una forma irregular, cubriendo las umbrías y dejando libres las solanas. En un momento determinado, Rique como buen podenco se había perdido entre la maleza del monte, y de pronto comenzó a «latir» y de cuando en cuando a lo que parecía “gemir”, por lo que entendí que el animal objeto de sus ladridos, no era precisamente una liebre, por lo que mi corazón comenzó a latir desaforadamente, y mientras cambiaba mis cartuchos del siete, por dos hermosa balas (creo eran de la marca “brennequen”) salí disparado y nunca mejor dicho,  monte arriba y hacia el lugar de donde procedía el “follón”.

                    Como a los dos minutos de carrera, me paré en seco, pues por poco me atropella mi perro, que paso como alma que llevase el diablo; en aquel momento pensé “que perro más bueno, me trae la caza” ( más tarde comprendería la verdad), y unos segundos después y como por arte de magia, se abrió el monte y apareció “la bestia” que perseguía a mi perro, la cual en unos segundos y como a unos diez o doce metros, se plantó en el suelo …,me miró,la miré…;nos miramos y sentimos el mismo deseo(creo), de salir corriendo; si bien en esa fracción de segundo, paso por mi cabeza la idea de que, quien tenía la escopeta era yo, y como un rayo apreté los gatillos, en primer lugar el izquierdo ( fallé¨) y en segundo lugar el derecho(acerté), e impacté el proyectil en su barriga y salida por la culata… y entonces si salí corriendo monte abajo al tiempo que cargaba de nuevo y con el rabillo del ojo observe que nuestra cochina, se había desviado hacia mi derecha y a mi altura y como a unos veinte metros, caminaba despacio por una pandera y muy afectada por el disparo; así que de nuevo dispare mi cañón izquierdo y le impacte en la paletilla, lo cual hizo que se desplomase a tierra para ya no levantarse jamás.

…conclusión

                    Aquel día culminé mi bautismo de fuego, y durante varios años continué mi frenética actividad. Hoy puedo decir, con alegría, que cuando dejé Huéscar, hace ya 40 años, dejé la cacería y elegí respetar a los animales y mirarlos de forma menos depredadora. Si bien las truchas, nunca las he dejado.   La cochina peso 95 kilos, por lo que necesité una mula de Alberto para bajarla del monte al cortijo, donde la descuartizamos y cedí al cortijero un tercio de la pieza. Con el resto nos dimos bastantes comilonas con los amigos y sus parejas en mi casa, preparada la carne al horno de leña y en una modalidad que los oscenses llaman “las latas”. Desde aquí un recuerdo cariñoso para mi buen amigo Juan de Dios que, como buen farmacéutico, analizó la carne, para prevenir la posible triquinosis. Mi perro, permaneció dos meses bajo la tutela del veterinario, tal fue el pateo y mordiscos que le propinó el bicho. Y yo por suerte para mí, no pague muy caro el poco conocimiento que tenia de estas verdaderas fieras, que en ocasiones te hacen subirte a un árbol. En otra ocasión comentaré otro lance cinejetico ocurrido con mi otra podenca «leza» y los cinco dias que pase buscandola en el monte herida por otro «chino». Hoy me he decidido a escribir estos recuerdos, si bien lo he contado infinidad de veces a mis amigos, ante lo insólito y a mi juicio fantástico de la historia, la cual espero sea disfrutada por quienes lean este relato, sucedido tal y como se ha descrito, en esos hermosos lugares de LA SAGRA.»>

-La montaña por antonomasia; LA SAGRA- Huéscar (Granada)

                      Dejamos el monte y nos sumergimos en el rio, pues la pasión de Antonino eran las truchas y en estos territorios nuestro sujeto aprendió el noble arte del pescador. En el siguiente relato que presentamos, en el que nuestro sujeto, años más tarde  participó como colaborador en un gran libro sobre la sierra dirigido y escrito por don Antonio Castillo Martin y don David Oya Muñoz, editado por la Universidad de Granada se puede apreciar el profundo sentimiento que la tierra, el paisaje y sus aguas puede marcar en los humanos; sobre todo su dependencia y apego al terruño, por lo que les invito a juzgar por ustedes mismos… pero este relato será objeto de otra historia…

-continuará-

                                                                            107

Fotos:1-2-3- del autor. // 4-Rafael Maria Garcia Parrilla.

Conexiones: Novela de Antonio Parrilla Muñoz; <<Antonino Alcornoque-EL HOMBRE QUE NO SABIA LO QUE QUERIA SER DE MAYOR>>.

4 comentarios sobre “XXVII-Antonino Alcornoque- EL HOMBRE QUE…»continuación novela XXVII-(reeditado)

  1. Querido amigo Antonio:
    Hace unos días cruzaba experiencias con nuestro común amigo Antonio Castillo Martín, y precisamente eran de aquellas tierras de las que soy un enamorado.
    Aunque comentamos temas variopintos, creo que de fondo en ambos siempre estaba muy presente la naturaleza maravillosamente salvaje de aquellas tierras en aquellos tiempos.
    De Huéscar en concreto, guardo muy buen recuerdo de un fin de semana que pasamos confinados en un cortijo de un compañero de trabajo del Banco aledaño a la población; ni que decir tiene la cantidad de chuletillas de cordero segureño que pudimos comer al abrigo de la lumbre y los litros de vino del terreno que pudimos ingerir; ¿te acuerdas de las chuletillas y del vino de aquella zona?
    No sé cómo lo hicieron, pero en esa fiesta nos acompañó el primer día el máximo responsable del Banco en Andalucía en aquel tiempo, que llegó en su coche oficial y con su chófer (pobre hombre, pues nos decía la rabia que sentía por no poder echar unos vasos de vino de más como le hubiera gustado, pero que se debía al trabajo, y que el jefe en cualquier momento podía decir de echar a andar).
    Yo solía parar más por la parte de Santiago de la Espada y andaba por todas las aldeas de sus alrededores, que no son pocas y que no tienen desperdicio. Y ahora te voy a contar una anécdota, y ya termino, que me enrollo más que una persiana, que me ocurrió en una ocasión en la bonita aldea de La Matea, muy cercana a Santiago de la Espada.
    Coincidió que una de las muchas veces que yo andaba por aquellas tierras llegó la hora de comer, y como me encontraba cerca de esta aldea y nunca había estado, decidí ir y buscar allí un sitio para comer, y a fe mía que lo encontré y que me duró muchos años, pues después de haber probado sus huevos de gallinas “picamierdas” quedé embelesado, y no había día que no pasara por allí, en la que invariablemente fuera la hora que fuera yo tenía que comerme un par de huevos de aquellas gallinas. Muchos amigos míos que en algunas ocasiones me acompañaban, terminaban por sucumbir a las excelencias de los huevos y se apuntaban a los mismos fuera la hora que fuera; muchos de ellos repitieron muchas veces y ya eran ellos los que me recordaban los huevos cuando andábamos cerca.
    ¡Mamma mía, qué huevos!
    Bueno querido amigo Antonio, ya no te entretengo más… al menos en esta ocasión.
    Un abrazo como yo de grande.

    Le gusta a 1 persona

    1. Querido amigo Roberto: Como me ha gustado tu comentario y respuesta, incluida la anécdota de los huevos de las «piquitierri»,que, eran tal como dices con unas yemas casi rojas en lugar de amarillas. También los gallos con arroz o con fritilla de pimientos los cocinaban de escandalo. Has reflejado esa tierra tal como yo la siento y conocí, y también me alegra el haber despertado tus recuerdos con la lectura de mi relato, lo cual te agradezco sobremanera. No se si conocerás la afición de los Santiagueños al «burruchillo», por lo menos en aquellos tiempos de los setenta del siglo pasado. Respecto al cordero segureño que, te puedo decir que tu no sepas, pero solo añadir que cuando me trasladaron, los amigos (benditos amigos) me dieron hasta cinco despedidas donde solo había vinillo del terreno( del pais) y cordero; madre del amor hermosos…¡que despedidas!
      Un abrazo como tu de grande.

      Le gusta a 1 persona

  2. Hace algunos años, pasamos la Semana Santa con unos amigos en el Cortijo del Almicerán, un lugar maravilloso donde los haya, allá por las altas tierras de la provincia de Granada. El dueño era un señor mayor con unos ojos azules maravillosos, que hablaba de los jabalises (me encanta ese plural) de la sierra y de los tiempos del lobo. Tu relato de hoy, Antonio, me ha recordado aquellos días del Almicerán. GRACIAS

    Le gusta a 2 personas

    1. La primera vez que oí hablar de ese lugar, La Lancha de Almicerán, me encantó el misterio que desprendía el nombre. Luego lo visité en bastantes ocasiones, pues sustituí en vacaciones al director de EL POZO. Es como bien dices un lugar salvaje , virgen y maravilloso, sobre todo en donde se juntan la sierra del Pozo con la de Castril. Nunca podré olvidar los años tan magníficos que pasé en esas tierras exuberantes de animales salvajes y libres. Gracias a ti, amiga Rosa.
      PD. Precisamente la foto con sombrero de paja que, preside mi blog (El Parri) es de la sierra cercana a Almicerán

      Le gusta a 1 persona

Deja un comentario